martes, 27 de abril de 2010

Me vendí y me pasé a tumblr. Ahora cuelgo ahí canciones, fotos, escritos...
www.telojuropormadonna.tumblr.com

sábado, 10 de abril de 2010

...

El último libro que regalé actúo como un talismán. Como un objeto simbólico. Como esas cosas que les dan a los héroes de aventuras y que no tienen mucho sentido pero que luego al momento de enfrentarse al monstruo más horrible resultan las más efectivas. El último libro que regalé fue Peter Pan.

Nuestra primera cita (first date desastroso) estuvo acompañada de mucha cerveza. Mi boca se convirtió en un órgano independiente a mi cerebro y comencé a vomitar y a vomitar historias de promiscuidad, de estupidez, de miedo. Todo lo que no se debe decir en una primera cita. Era inevitable, no controlaba mi boca. Mi vida, contada en ese momento, parecía ser una canción de Amy Winehouse con quemaduras de alfombras, infidelidades indolentes y mucho gin y tonic.

Después del desastre fuimos a su casa.

En su casa dijo que me quería mostrar lo que el consideraba el fragmento más hermoso de la literatura. Me leyó una parte de Peter Pan. Me enamoré.

Un año después se fue.

El día después de que me dejó fui a una librería y el primer libro que estaba exhibido era Peter Pan. La versión original en teatro. Lo compré pensando que todo iba a pasar. Que hablaríamos, que nos reconciliaríamos y que como prueba de que todo quedaba atrás, estaría el libro.

Él nunca volvió, yo dejé el libro sobre su cama. Peter Pan. El relato de un niño que nunca quiso crecer. Coincidencia macabra, signo del destino, herramienta mágica de los relatos de aventuras.

Nunca supe si vio el libro. Si lo recibió o lo botó. Si lo estremeció o lo olvidó.

Desastrosa incertidumbre.

miércoles, 27 de enero de 2010

Soledades colectivas y tragedias burguesas


Voy a comenzar este comentario con un inciso de quinceañera porque, siendo sincera, fue el primer pensamiento que se me atravesó cuando supe de "La soledad de los números primos", el primer libro del italiano Paolo Giordano que fue boom editorial el año pasado.

Inciso de quinceañera:



Paolo Giordano nació ganando 5 a 0. No sólo es un churro mitad modelo de Hugo Boss mitad cantante delicia de grupo de rock, sino que además a sus 26 años tiene una beca para ser doctor en Física en una universidad italiana y le dio por publicar una novela que por casualidad se convirtió en el libro favorito de Italia, vendió más de un millón de ejemplares y se ganó el premio Strega.

Después de ver la foto y sus logros (que parecen sacados de un compilado de requisitos de príncipe encantador de mi y quinceañero -que sepa coser, que sepa bailar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar-) me dejé atrapar por la narración rápida y certera de su libro. No es difícil dejarse llevar: capítulos muy cortos que cuentan anécdotas puntuales y dolorosas con las que cualquiera podría relacionarse. Tragedias burguesas como accidentes de esquí, anorexia perpetua o el miedo al rechazo en la adolescencia que son sazonadas con detalles muy puntuales como las torturas a las que sometían las niñas populares del colegio a las menos populares o el agónico momento de escoger un regalo de cumpleaños para el único niño del salón que nos invitó a su cumpleaños. Momentos de soledad, descritos de manera nítida que apelan a aquellas soledades colectivas que se depositan en los recuerdos y que hacen que la lectura de "La soledad de los números primos" fluya, sea rápida y envolvente.
Este bien podría ser el único mérito de la novela. Ese y que su protagonista sea matemático (novedoso, por decir lo menos, pues si hacen película del libro creo que por primera vez vería a un Doctor en Matemáticas protagonizar una historia de amor). Pero de pronto soy muy dura con el libro. Para ser el primer intento de un escritor tan joven es verdaderamente un buen intento.


sábado, 16 de enero de 2010

Fragmentos, cartas no enviadas

ayer mientras intentaba quedarme dormida intenté hacer la promesa de retomar mis escritos y de volver a pensar en imágenes y palabras que se maridan bien y que dan la ilusión de fluidez, de un cierto tono, de un momentum...en la nebulosa de la vigilia-sueño-vigilia pensaba en frases sobre el miedo, sobre una lápida en el pecho que no deja gritar (susurros fantasmales de Pedro Páramo), sobre el vértigo de balancearme sobre un abismo con las piernas temblorosas, con la certeza de estar bordeando lo más profundo de la oscura paranoia, con el miedo de pronunciar, de escribir títulos e historias que fundan los recuerdos que mejor deberían quedarse guardando polvo, acumulando polillas, bailando entre mi closet (habitando ese par de zapatos negros que nunca uso, jugando a disfrazarse de señoras elegantes), dejarme llevar por las palabras, por la sutil exploración de las palabras, que como lupas recorren mi cabeza, recorren mi cuerpo, y como buenos doctores examinan cada uno de mis lunares y dictaminan riesgos, aconsejan cuidados, dan palmadas en la espalda...dar un salto...bordear al inombrable...escribirle algo como esto:

¡Oh querido! si tan sólo supieras que llevo tres noches seguidas soñando contigo,
todavía no te olvido.

[te recuerdo entre arcadas]

El odio que sentía por ti...mejor, la miseria en la que me sumergiste lentamente se fue transformando en una costra, en una herida supurante, en un volcán lleno de odio...

¡Oh, deliciosa crueldad! aquella que te llevo a ordenarme "término bien cocido", que me hirvió entre brasas, que endureció mi carne, que me consumió los pulmones y el corazón, que me desnudó con media sonrisa para desecharme, para susurrarme "jamás te había visto tan hermosa"-palabras ensayadas- en donde el miedo a tu impotencia y a quererme prefirió la mentira al juego.

Ya no sollozo las canciones de La Lupe.
(Ya no recuerdo tu olor marchito y tus dientes perversos).

No deseo...no deseo...no deseo oír, ni verte, ni tenerte cerca...no deseo...

Exorcizame de ti, abandona este cuerpo que ahora ama y abraza a otro, y abandoname por siempre...



¿Y qué tal que este sea mi exorcismo?

Faltaría más contundencia, ser implacable...llamarte Andrés o David, si es que hay necesidad de poner un nombre, cerrar los ojos, mover la nariz, parpadear un par de veces y despertar de este mal sueño...

martes, 8 de diciembre de 2009

Primero estaba el mar...

Podría repetir todo lo que se ha dicho sobre Tomás Gonzaléz...que es el secreto mejor guardado de la literatura colombiana -es decir, cualquier cosa- que es lúcido y escueto en sus narraciones, que no se vale de la fórmula de la sicariesca para escribir sobre Colombia, que sus descripciones se le meten a uno por todas partes y hacen que ericen los pelos de los brazos, que sus paisajes tropicales me acordaron de Horacio Quiroga, que el personaje de Elena, en Primero estaba el mar, me acordó de mi amiga Catalina, que f. me dijo que había visto un día a Tomás González en el Carulla de Centro Chía y que se sintió star strucked, que después de leer su novela quise conocer el Urabá, que debería aprender de él su manera de hacer frases cortas y en sólo dos palabras decir todo lo necesario para describir una situación en donde lo más importante es que el alma se está pudriendo...podría seguir diciendo montones de cosas, pero es mejor que sea Primero estaba el mar el que hable por mí...a continuación, el fragmento final:

38.
"No sabe dónde está ni cuando fue su muerte. Él está muerto. No oye la brisa rozar las ramas de los árboles, ni al mar respirar al lado suyo; no siente a los pescadores pasar frente a su tumba, dejando la huella de sus pies descalzos en la arena y un olor a tabaco en el aire. El tiempo que había antes de nacer se ha unido al tiempo infinito que sobrevino con su muerte y ha formado un solo ser, sin arribas ni abajos, antes o después. No sabe quien posee ahora su tierra. ¡Y tanto que llego a quererla! ¿Existió? ¿Existirá la vereda alguna vez? Él no lo sabe; la extraña flor de su cerebro se ha secado y para él ya no existe la memoria. Se ha perdido para siempre en la gran cosa que está ahí y ha estado desde siempre, ser absolutamente remoto y presente, ser que es sólo agua aunque sepa florecer en amor, horror, inteligencia y deseo; agua que florece en belleza, sangre y compasión por más que permanezca siempre agua.
(…) Pero él ya no lo sabe. No puede oír el ruido de la arena que en desordenado reloj remueven los cangrejos a través y a los alrededores de su tumba. No puede oír el ruido del agua, desordenada también en su infinita mensuración de sal y espuma, cuando viene con la marea y se lleva de nuevo para el mar las arenas que su cuerpo va formando. Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No habìa sol, ni luna, ni animales, ni plantas. El mar estaba en todas partes. El mar era la madre. La madre no era gente, ni nada, ni cosa alguna. Ella era el espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memoria.
"

Tomás González, Primero estaba el mar.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Los hombres y los perros (Correspondencia I)



Después de leer Desgracia de J.M Coetzee lo único que pude decirle a f. (quien muy amablemente me prestó el libro en un afán por "culturizarme") es que esta era una novela sobre la condición humana. Así, sin más ni más, me esforcé por construir una frase completamente cliché que bien podría haber salido de la solapa de un libro. Pero la verdad es esa. En "Desgracia", Coetzee construye una narración en donde someramente describe lo vulnerables que podemos resultar los seres humanos. Es un relato escueto, sin ninguna pirueta estructural y que con un lenguaje simplísimo logra escudriñar el instante preciso en el que se perpetúa un ataque, sus consecuencias y cómo la desgracia logra infectar los lugares más recónditos del espíritu humano.

Es en el momento en el que Coetzee describe cómo David Lurie - el arrogante Lurie, el intelectual Lurie, el seductor Lurie- y su hija son atacados por un grupo de bandoleros se destapa la calidad de la prosa del sur africano. En el momento en el que Coetzee describe el instante en el que la mirada de víctima y victimario se cruzan; cómo la víctima por medio de gestos intenta convencer a su atacante de que no haga nada; cómo el atacante seguirá con su vida, mientras que el atacante quedará marcado por siempre, es que entendemos que Coetzee no es un escritor cualquiera. Es capaz de condensar, con el más escueto estilo, un momento en el que se revela la condición humana. Un momento de vulnerabilidad y de poder. El momento eterno en el que todo cambia.

Sé que mis palabras suenan vacuas. Que frases como "condensar la condición humana" o "el momento en el que todo cambia" realmente no dicen nada más allá de lo que deben decir, que son frases de catálogo, pero la verdad es que, después de leer a un escritor como Coetzee uno entiende realmente el poder de estas frases, el poder de un lenguaje denotativo que no espera nada más que referirse a una experiencia poderosa. Una experiencia gastada pero necesaria. La experiencia de leer una novela en donde el hombre, como un animal violento, arrogante, altivo y finalmente vulnerable, se enfrenta con sí mismo y se acaba.

martes, 10 de noviembre de 2009

workplace (homenaje a los twits de javier y al blog de olavia)

1.
Ayer me fumé el único cigarrillo que me fumé a solas con J. Lo conocí hace algún tiempo, fue profesor mío, y él primero al que se le ocurrió decirme que tenía talento para escribir. Hace poco, cuando me fui de la revista me lo repitió otra vez: "tienes una vocación" decía y yo asentía pensando que aún así, por mucho que me gustara escribir las cuentas no se estaban pagando solas. A J. le admiro profundamente la agilidad para escribir, la gran lucidez con la que se acerca a los temas, la sensatez para tratar cada aspecto de la vida y su macabro sentido del humor. Espero, con la más ingenuas de las esperanzas, que alguna vez nos reencontremos. Es lo más cercano que he tenido a un mentor. Le gusta mucho leer Amelie Nothomb y Evelio Rosero. Leeré Los ejércitos en diciembre y me fumaré un cigarrillo en su nombre.

2.
De golpe los límites se borraron, no, se desbordaron cuando comencé a llorar en su oficina. A esto le seguiría un "almuerzo" en donde intercambiamos siquiatras, historias de amor e historias de viajes. Me contó como a mi edad, ella había ido a Burdeos y había trabajado lavando cabezas en una peluquería. Me pasó el contacto de cualquier consúl francés que me podría ayudar a concretar mi viaje. "Eso te va a ayudar a crecer, eres muy frágil, falta que te formes, que te inventes una coraza más dura...menos mal no fui tu jefe directa, si lo hubiera sido te habría presionado y exigido hasta que tu fragilidad hubiera sucumbido".

3.
La mejor de todos: A. Un día nos quedamos solas y comenzamos a hablar como viejas amigas. Me contó que era comunicadora y que su sueño era escribir en alguna revista pero que por necesidad no había podido cumplirlo. Que al cabo de un año de estar trabajando ahí tuvo la oportunidad de escribir una cosa pero que nunca fue publicada. Que se había dormido sobre los laureles y que no había conseguido nada mejor en cuatro años. A. es en realidad muy buena. A sus treinta años, cree ya ha gastado todos sus golpes de suerte.

4.
Hoy M. dijo palabras muy muy bonitas. Se refirió a lo que le está pasando como "bittersweet". Dijo que este año había tenido la oportunidad de compartir con Bastenier y Fogel, y al mismo tiempo despedirse de compañeros y mentores. Que entre más trabaja en un medio impreso, más entendía que tenía estudiar y aprender sobre Internet. Que entre más trabajo se acumulaba en su escritorio, más se estaba perdiendo de lo que está pasando afuera. En cinco años quisiera ser como M. Alguna vez Miguel Ángel Rojas dijo que parecíamos hermanas gemelas.