domingo, 21 de diciembre de 2008

Acerca de la obra de Vanessa Beecroft (de manera no lineal)





Doppelgänger es el vocablo alemán para el doble fantasmagórico de una persona viva. La palabra proviene de doppel, que significa "doble", y gänger, traducida como "andante". Su forma más antigua, acuñada por el novelista Jean Paul en 1796, es Doppeltgänger, 'el que camina al lado' (Molina Foix: 10-11). El término se utiliza para designar a cualquier doble de una persona, comúnmente en referencia al "gemelo malvado" o al fenómeno de la bilocación.
También se utiliza la palabra para describir el fenómeno por el cual una persona puede ver su propia imagen por el rabillo del ojo.
Los Doppelgänger aparecen en varias obras literarias de ciencia ficción y fantasía, en las cuales son un tipo de metamorfo que imita a una persona o especie en particular por alguna razón, generalmente nefasta.[1]

“Hooters para intelectuales”
“John Cage con material subjetivo”
“Fascista e incorrecto”
(…)Show presenta veinte mujeres altas y esbeltas que se paran sobre una estructura circular mirando hacia una misma dirección. (…) Estas mujeres logran crear el efecto de maniquís vivientes. El vestuario es diseñado por Tom Ford de Gucci.[2]

Primeras impresiones sobre la obra de Vanessa Beecroft:
Busca hacer cuadros vivientes (algunos se refieren a “las pinturas vivas de Beecroft”) y efímeros. (Pensar el performance como un acto fugaz).
Mujeres que expresan un arquetipo de belleza similar.
Selección nada casual: las modelos deben someterse a un cuestionario que elabora la artista con el fin de establecer criterios de identificación con ella.
Pequeño ejército femenino.
Relación modelos-público / interacción modelos con sí mismas.
Imágenes frías y artificiosas.[3]

ESPACIO PARA FOTO

USE OF REAL TIME REAL SPACE REAL FLESH

Por favor responda cada pregunta de manera clara, breve y sincera.
1. ¿Duerme usted con medias?
2. En momentos de melancolía extrema, ¿consideraría usted el montar en transporte público durante varias horas como una terapia válida?
3. ¿Piensa usted que no existe otro dios que Woody Allen?
4. ¿Teme verbalizar la mayoría de sus sentimientos porque piensa que las emociones, al ser convertidas en palabras, toman una materialidad contundente que le causa pavor?
5. ¿Tiene usted pesadillas recurrentes en donde la encierran viva?
6. ¿Le resulta imposible caminar en tacones?
7. ¿Piensa que el peor escenario posible es el baño de un avión porque conjuga su miedo a las alturas y su temor a los lugares encerrados?
8. ¿Tiene hiperflexibilidad en los codos y en las falanges de la mano izquierda?
Si respondió 6 o más respuestas de manera afirmativa, por favor de un paso al frente. Necesito entrevistarme con usted. Cumple algunos requisitos para ser mi otro, mi doppelganger.

(Documento 2)

Narra la extraña experiencia que sufrió Myû catorce años atrás. Myû queda atrapada toda la noche dentro de una noria en un parque de atracciones de una pequeña ciudad suiza y, desde allá, con unos anteojos, ve a su segundo yo que está dentro de su habitación. Una Doppelganger. La experiencia aniquila a Myû como ser humano (o pone de manifiesto su destrucción). Utilizando sus propias palabras: está dividida en dos y un espejo se interpone entre ambas mitades.[4]

La cosa es así. Vamos Nathalia y yo en un taxi. Ella comienza a hablar sobre el humanismo judío:
- Leí que ellos pensaban que la apropiación de la alteridad era imposible. Porque siempre llegamos tarde al encuentro con el otro. Siempre llegamos en una temporalidad diferente, en la cual el otro se impone como un rostro absolutamente e infinitamente distinto.
Yo comienzo a pensar en la obra de Vanessa Beecroft. En la manera en la que ella busca encontrar a su otro perfecto; aquel otro que comprende sus obsesiones, sus delirios, sus miedos. ¿Sabrá ella del humanismo judío? ¿Sabrá ella de la imposibilidad de encontrarse con el otro? Le comento a Nathalia todo esto.
- Eso me acuerda de un texto muy famoso de Benjamin que se llama “La obra de arte en la época de su reproductivilidad técnica”. Allí expone la idea de que la revolución industrial no sólo modifico la vida de las personas en el sentido de incorporar nuevas cosas y rutinas de vida, sino que también modificó para siempre la concepción que se tenía del arte. Este dejó de ser visto como una pieza única producida por un artista y se convirtió en un objeto de mercancía y consumo al que todos podían acceder por unos centavos. Yo creo que en el arte contemporáneo las cosas cambian. Pero no ya porque la obra de arte se reproduzca técnicamente, sino porque -con la incorporación del performance- la obra vuelve a tener esa unicidad intangible del arte: se produce en un tiempo y espacio instantáneos y únicos, y su carácter se vuelve irrepetible

Y su carácter se vuelve irrepetible. Y su carácter se vuelve irrepetible. Y su carácter se vuelve irrepetible.


[1] http://www.wikipedia.org/

[2] Información sacada de “The critic’s notebook: Standing and staring, yet aiming for empowerment” artículo escrito por Roberta Smith para The New York Times. El artículo reseñaba Show la primera vez que se presentó en el New York Museum.
[3] Notas encontradas en el cuaderno de apuntes de Gloria Susana Esquivel.
[4] Fragmento de Sputnik, Mi amor (2002) del escritor japonés Haruki Murakami