domingo, 22 de febrero de 2009

En tu aniversario

A continuaciòn uno de mis poemas favoritos del mundo:


Tabaquería

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.

Fernando Pessoa.

(Para Jorgito en su cumpleaños, quien me mostrò a Pessoa y quien se dedicò a Pessoar tanto que ahora se encuentra visitando a esa tabaquerìa del otro lado de la calle. Apuesto que odiaras la traducciòn love, o que encontraràs problemas con ella pero igual...es un pequeño y humilde homenaje)

domingo, 8 de febrero de 2009

Musica para confundidos






Curioseando IMBD me encontré que Wes Anderson tomó de Peter and the wolf, la idea de que cada personaje en su película The Royal Tenenbaums tuviera un instrumento característico cada vez que salía en escena. Pues el señor Anderson logró ese efecto conmigo pues ahora no puedo disociar las canciones de la banda sonora con las escenas y los personajes de la pelicula. Imposible no pensar en Royal y sus nietos colgando del carro de basura mientras suena Paul Simon, imposible no asociar el intento de suicido de Richie Tenembaum con Needle in the hay de Elliot Smith (y no pensar en su suicidio tambien), imposible no pensar en Richie y Margot en la tienda de acampar escuchando Rolling Stones...imposible no escuchar las canciones de Nico una y otra vez. Tal vez son ideas mias,pero me parece que las letras de las dos canciones de Nico son un poco Margot Tenembaum. Como deprimidas y confundidas y calladas. Por otro lado, puede que las canciones de Nico sean como la Biblia o el tarot, y estan llenas de generalidades y uno sienta que Nico lo canta...puede que si mi vida fuera una pelìcula dirigida por Wes Anderson cada vez que yo saldrìa sonarìa Nico en el fondo (y no digo que juege a ser Margot Tenembaum ni que me sienta como ella porque aparte de excedernos con el maquillaje negro en los ojos no tenemos nada mas en comùn...ella es màs depresiva, yo soy màs callada)
No sè, tal vez sean solo ideas mias pero ¿no resultan muy bonitas las letras de Nico?

No resulta muy bonito esto:

"And if I seem to be afraid To live the life that I have made in song"

o esto:

"Please don't confront me with my failures,I had not forgotten them."

o esto:

"And maybe finally split the rhyme And do I really understand the undernetting ?"

o esto:

"Now that I can Now that it's easy, ever easy all around.Now that I'm here Now that I'm falling to the sunlights and a song"


no se...a mi me resulta muy bonito...lucido...la voz de los confusos...que bonito escribe Nico...


(Me acorde de los Tenembaum porque los vi en cinemax y siempre quise mostrarle la pelìcula a Dario y se fue y nunca se la di y cumpliò años y ya es toda una señorita feliz cumpleaños cocosita crocantica!)

martes, 3 de febrero de 2009

Una vez tuve una chica, o deberia decir, ella me tuvo a mi...(revistando Tokio Blues)






(Me dio el blues por Tokio Blues hablando con Catalina,http://www.eltiempo.com/participacion/blogs/default/un_blog.php?id_blog=3963399 quien comenzò a leerlo en su convalecencia)


1.

Recuerdo es la tenebrosa imagen de Naoko, colgada en el bosque. En mi cabeza el bosque estaba a oscuras. Era un bosque de bambus gigantescos y Naoko colgaba con un kimono rojo que se descolgaba. Estaba trepada en el árbol más grande.


2.

Al principio yo jugaba a ser Watanabe y tenìa mucho sentido porque él estudiaba literatura como yo, era tímido como yo, tenía problemas amorosos como yo, y tenía un amor imposible, como yo. Después jugué a ser Midori porque tenía un corte de pelo raro y se emborrachaba a horas no adecuadas y hacía reir a Watanabe. Cuando comencé a jugar a ser Midori, jugaba a que usted era Watanabe. Pensaba que era usted, no yo, él que tenía problemas emocionales y que si yo era Midori y usted era Watanabe, entonces, eventualmente, usted terminaría pensando en mi, como Watanabe pensaba en ella. Después jugue a que ella era Naoko y que por eso usted no me quería, porque tenía a una Naoko atravesada en la cabeza. Seguí jugando a ser la paciente Midori, segui jugando a ser la ingenua yo, y esa combinación de Midori-glo se convirtió en una máquina amorosa que lo llevaba a sitios raros (como el cafè ese en La Soledad o la tienducha en la que sonaba regguetón de Chapinero...se acuerda?) y que le daba regalos (como las boletas de teatro y las películas y la mùsica) y que procuraba su bienestar comprandole postres ricos y escribiendole cuentos de nuestros encuentros. Resultó al final que usted no era Watanabe, que la mujer fantasma no era Naoko y que yo no era tan encantadora como Midori (mucho menos tan paciente). Usted no pensaba en mi. La ùnica que tenìa atravesada a Naoko era yo.


3.

Midori me enseñó en un 50 % a ser responsable. (El otro 50% se lo debo a Nathan, que cuando trabajabamos juntos decìa que tocaba hacer lo que tocaba hacer). Midori odiaba a su colegio y llegaba temprano, tenìa el record de puntualidad. No quería que algo que detestaba tanto la venciera. Cuando le dieron como premio un diccionario de francès, entrò a la universidad y tomò clases de alemàn porque no quería deberle nada a nadie. (o tal vez era al revés, alemán vs. francés...no recuerdo). Todo lo que me da pereza, todo lo que me causa antipatía, todo lo que me harta lo tomo bajo la "Ley Midori". No voy a dejar que nada que detesto me venza. No voy a dejar que nada que detesto me venza. No voy a dejar que nada que detesto me venza.


4.

He leído Tokio Blues dos veces. La primera vez el libro era de Dani. La segunda vez compré el libro y lo regalé.


5.

En el momento en el que terminé de leer el libro me sentí un vacío profundo. Cerré el libro y comencé a llorar desesperadamente. Era la primera vez que lloraba en dos años. Es el primer libro que me ha hecho llorar.


6.

Catalina y yo pensamos que Tokio Blues es adolescente. Creemos que Sputnik, mi amor es una novela más adulto veinteañero.


7.

I once had a girl, or should I say, she once had me...She showed me her room, isn't it good, norwegian wood? She asked me to stay and she told me to sit anywhere, So I looked around and I noticed there wasn't a chair. I sat on a rug, biting my time, drinking her wine, We talked until two and then she said, "It's time for bed"She told me she worked in the morning and started to laugh.I told her I didn't and crawled off to sleep in the bath. And when I awoke, I was alone, this bird had flown. So I lit a fire, isn't it good, norwegian wood.


(A veces me gustaría que volviesemos a morder el tiempo y a hablar hasta las dos.)