miércoles, 22 de abril de 2009

Corazón de heroína





Comienza Arcadie. Un punteo suave, me acuerda de momentos a We’re gonna be friends de los White Stripes. Canta sobre Arcady, un lugar maravilloso, donde los sueños se hacen realidad. See how twisted it all becomes, me dice en el coro, y me acuerdo de cualquier cuadro de Hopper en donde el sueño americano esconde pesadillas. Sigue Last of the english roses, el punteo suave continua, la voz de Pete sigue siendo un murmullo. 1939 Returning, el grito de batalla. Suave, sólo está con la guitarra y cuando canta parece el hijo bastardo de Bob Dylan. No es una atmósfera de calma, no hay que confundir lo acústico con lo apacible. Las canciones se envuelven, se enredan en una atmósfera oscura (tal vez oscura no es la palabra precisa, si fuera un color, la atmósfera sería rojo carmín, si fuera una textura sería terciopelo envejecido) un sopor que se le pega a uno, un sopor que es llevado al extremo con A little death around the eyes, y cuando Pete canta I smell the blood of an englishman, sabemos que la atmósfera lo ha inundado todo, desde el bajo que suena lento al fondo hasta la guitarra que se desliza detrás de su voz. I am the rain me acuerda a House of the rising sun, (ahora es como el hijo bastardo de The Animals), puede ser un blues, una canción de carretera, una tormenta de arena. De pronto sólo es la lluvia: I am the rain, who's held in disdain The truth is I'm ruthless, I can't be contained. Y llega Sweet By and By, con su piano y su saxofón y su melodía pa para pa para, alguien en algún lugar podría estar tocando esta canción en un bar. Alguien dentro de una nube de humo, tomando whiskey con el pa para pa pa. Luego, de repente, aparece otra vez el blues y llega Palace of bone y la voz de Pete deja de susurrar en momentos, y grita (pero no como lo hacía en The Libertines) es un grito mesurado pero maravilloso. Y también está Sheepsking Tearaway, la mejor de las mejores, la más suave, la más sentida, la íntima, la que nos habla de un corazón de heroína, la que podría ser una canción de amor cantada a dos voces, la que podría ser cantada por Anthony and the Jhonsons, la más hermosa. Y Broken Love Song, la que mi amigo Juan no se ha podido sacar de la cabeza, la que habla de la soledad, la que habla de los Beatles y de los pájaros, la que se emparenta con el grunge, la que está rota. Y vuelven los susurros con Lady, don’t fall backwards, y yo quiero gritar, no me quiero caer, quiero cantarle al oído (no a Pete, sino a él): If we make love in the morning
I see your eyes look like two marbles in your head, pero no tengo una guitarra, ni un piano, ni la voz de Pete, no puedo susurrar. Sólo puedo escuchar. Sólo puedo consumirme en el sopor y agradecerle a Pete por ser tan dulce (extraño, nunca lo hubiera creído) y por hacer hermosas canciones de amor en las que uno solo quiere dejarse caer. New love grows on trees, termina. Más métalica, más de estaño. No es dulce, es plateada y Pete grita y pide que lo maten.

Un amigo me dijo que los ingleses encontraban en la música el mejor vehículo para expresar lo que tienen dentro. Eso es Grace/Wastelands, la expresión de lo íntimo llevada a la música de la manera más sincera y más sencilla. Desgarra algo, cambia algo y se convierte en el disco más hermoso que he escuchado en lo que va del año.