martes, 8 de diciembre de 2009

Primero estaba el mar...

Podría repetir todo lo que se ha dicho sobre Tomás Gonzaléz...que es el secreto mejor guardado de la literatura colombiana -es decir, cualquier cosa- que es lúcido y escueto en sus narraciones, que no se vale de la fórmula de la sicariesca para escribir sobre Colombia, que sus descripciones se le meten a uno por todas partes y hacen que ericen los pelos de los brazos, que sus paisajes tropicales me acordaron de Horacio Quiroga, que el personaje de Elena, en Primero estaba el mar, me acordó de mi amiga Catalina, que f. me dijo que había visto un día a Tomás González en el Carulla de Centro Chía y que se sintió star strucked, que después de leer su novela quise conocer el Urabá, que debería aprender de él su manera de hacer frases cortas y en sólo dos palabras decir todo lo necesario para describir una situación en donde lo más importante es que el alma se está pudriendo...podría seguir diciendo montones de cosas, pero es mejor que sea Primero estaba el mar el que hable por mí...a continuación, el fragmento final:

38.
"No sabe dónde está ni cuando fue su muerte. Él está muerto. No oye la brisa rozar las ramas de los árboles, ni al mar respirar al lado suyo; no siente a los pescadores pasar frente a su tumba, dejando la huella de sus pies descalzos en la arena y un olor a tabaco en el aire. El tiempo que había antes de nacer se ha unido al tiempo infinito que sobrevino con su muerte y ha formado un solo ser, sin arribas ni abajos, antes o después. No sabe quien posee ahora su tierra. ¡Y tanto que llego a quererla! ¿Existió? ¿Existirá la vereda alguna vez? Él no lo sabe; la extraña flor de su cerebro se ha secado y para él ya no existe la memoria. Se ha perdido para siempre en la gran cosa que está ahí y ha estado desde siempre, ser absolutamente remoto y presente, ser que es sólo agua aunque sepa florecer en amor, horror, inteligencia y deseo; agua que florece en belleza, sangre y compasión por más que permanezca siempre agua.
(…) Pero él ya no lo sabe. No puede oír el ruido de la arena que en desordenado reloj remueven los cangrejos a través y a los alrededores de su tumba. No puede oír el ruido del agua, desordenada también en su infinita mensuración de sal y espuma, cuando viene con la marea y se lleva de nuevo para el mar las arenas que su cuerpo va formando. Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No habìa sol, ni luna, ni animales, ni plantas. El mar estaba en todas partes. El mar era la madre. La madre no era gente, ni nada, ni cosa alguna. Ella era el espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memoria.
"

Tomás González, Primero estaba el mar.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Los hombres y los perros (Correspondencia I)



Después de leer Desgracia de J.M Coetzee lo único que pude decirle a f. (quien muy amablemente me prestó el libro en un afán por "culturizarme") es que esta era una novela sobre la condición humana. Así, sin más ni más, me esforcé por construir una frase completamente cliché que bien podría haber salido de la solapa de un libro. Pero la verdad es esa. En "Desgracia", Coetzee construye una narración en donde someramente describe lo vulnerables que podemos resultar los seres humanos. Es un relato escueto, sin ninguna pirueta estructural y que con un lenguaje simplísimo logra escudriñar el instante preciso en el que se perpetúa un ataque, sus consecuencias y cómo la desgracia logra infectar los lugares más recónditos del espíritu humano.

Es en el momento en el que Coetzee describe cómo David Lurie - el arrogante Lurie, el intelectual Lurie, el seductor Lurie- y su hija son atacados por un grupo de bandoleros se destapa la calidad de la prosa del sur africano. En el momento en el que Coetzee describe el instante en el que la mirada de víctima y victimario se cruzan; cómo la víctima por medio de gestos intenta convencer a su atacante de que no haga nada; cómo el atacante seguirá con su vida, mientras que el atacante quedará marcado por siempre, es que entendemos que Coetzee no es un escritor cualquiera. Es capaz de condensar, con el más escueto estilo, un momento en el que se revela la condición humana. Un momento de vulnerabilidad y de poder. El momento eterno en el que todo cambia.

Sé que mis palabras suenan vacuas. Que frases como "condensar la condición humana" o "el momento en el que todo cambia" realmente no dicen nada más allá de lo que deben decir, que son frases de catálogo, pero la verdad es que, después de leer a un escritor como Coetzee uno entiende realmente el poder de estas frases, el poder de un lenguaje denotativo que no espera nada más que referirse a una experiencia poderosa. Una experiencia gastada pero necesaria. La experiencia de leer una novela en donde el hombre, como un animal violento, arrogante, altivo y finalmente vulnerable, se enfrenta con sí mismo y se acaba.

martes, 10 de noviembre de 2009

workplace (homenaje a los twits de javier y al blog de olavia)

1.
Ayer me fumé el único cigarrillo que me fumé a solas con J. Lo conocí hace algún tiempo, fue profesor mío, y él primero al que se le ocurrió decirme que tenía talento para escribir. Hace poco, cuando me fui de la revista me lo repitió otra vez: "tienes una vocación" decía y yo asentía pensando que aún así, por mucho que me gustara escribir las cuentas no se estaban pagando solas. A J. le admiro profundamente la agilidad para escribir, la gran lucidez con la que se acerca a los temas, la sensatez para tratar cada aspecto de la vida y su macabro sentido del humor. Espero, con la más ingenuas de las esperanzas, que alguna vez nos reencontremos. Es lo más cercano que he tenido a un mentor. Le gusta mucho leer Amelie Nothomb y Evelio Rosero. Leeré Los ejércitos en diciembre y me fumaré un cigarrillo en su nombre.

2.
De golpe los límites se borraron, no, se desbordaron cuando comencé a llorar en su oficina. A esto le seguiría un "almuerzo" en donde intercambiamos siquiatras, historias de amor e historias de viajes. Me contó como a mi edad, ella había ido a Burdeos y había trabajado lavando cabezas en una peluquería. Me pasó el contacto de cualquier consúl francés que me podría ayudar a concretar mi viaje. "Eso te va a ayudar a crecer, eres muy frágil, falta que te formes, que te inventes una coraza más dura...menos mal no fui tu jefe directa, si lo hubiera sido te habría presionado y exigido hasta que tu fragilidad hubiera sucumbido".

3.
La mejor de todos: A. Un día nos quedamos solas y comenzamos a hablar como viejas amigas. Me contó que era comunicadora y que su sueño era escribir en alguna revista pero que por necesidad no había podido cumplirlo. Que al cabo de un año de estar trabajando ahí tuvo la oportunidad de escribir una cosa pero que nunca fue publicada. Que se había dormido sobre los laureles y que no había conseguido nada mejor en cuatro años. A. es en realidad muy buena. A sus treinta años, cree ya ha gastado todos sus golpes de suerte.

4.
Hoy M. dijo palabras muy muy bonitas. Se refirió a lo que le está pasando como "bittersweet". Dijo que este año había tenido la oportunidad de compartir con Bastenier y Fogel, y al mismo tiempo despedirse de compañeros y mentores. Que entre más trabaja en un medio impreso, más entendía que tenía estudiar y aprender sobre Internet. Que entre más trabajo se acumulaba en su escritorio, más se estaba perdiendo de lo que está pasando afuera. En cinco años quisiera ser como M. Alguna vez Miguel Ángel Rojas dijo que parecíamos hermanas gemelas.

sábado, 7 de noviembre de 2009

No hay nada nuevo bajo el sol


(publicado en alguna revista Arcadia que anda por ahí)



"Las cosas son iguales a las cosas". La sentencia, que se repite a lo largo de Sin remedio -única novela de Antonio Cabellero, publicada en 1984- parece ser central para entender que el tedio y la abulia de su personaje principal, el poeta Ignacio Escobar, obedecen a la extrema lucidez de saber que nunca hay nada nuevo bajo el sol.
Sentencia que pareciera encerrar una profecía, si se compara la Bogotá en la que vive Escobar en 1970, a la Bogotá de mediados de los ochenta y la Bogotá de ahora. Quitando las distintas variaciones en el transporte público (habría que pensar en los paraderos de la Caracas entonces y en TransMilenio ahora) y los nuevos adoquines, la ciudad es la misma: los mismos bares, los mismos burdeles, el mismo trancón, la misma lluvia, la misma inseguridad y el mismo hastío.
Así, mientras Escobar pasa días enteros pensando cómo escribir el gran poema bogotano, Caballero construye un relato a partir de la caricaturización de los personajes insignes de la sociedad capitalina: estudiantes marxistas que recitan El capital de memoria pero que desconocen su país, señoras arribistas, jovencitas hermosas insatisfechas sexualmente, poetas de medio pelo que pontifican en bares de mala muerte. Personajes que desfilan por "La bogoteida"-desafortunado intento de poema de Escobar-, que le sirven a Caballero para crear modelos prototípicos del provincialismo bogotano y que hoy en día siguen transitando sus calles. Las cosas se siguen pareciendo a las cosas.
Y aunque Sin remedio no ha generado el culto que otras novelas urbanas como Opio en las nubes en mi generación (eso lo puso marianne, lo de mi generación) es innegable que la manera en la que está escrita, su uso minucioso del lenguaje y sus imágenes precisas (los olores densos de las discotecas, la grasa fría de la comida rápida) hacen que esta historia sobre el tedio se siga manteniendo vigente. Siempre, con la certeza de que "en Bogotá no pasa ná, mala ciudá, mala ciudá".

miércoles, 22 de abril de 2009

Corazón de heroína





Comienza Arcadie. Un punteo suave, me acuerda de momentos a We’re gonna be friends de los White Stripes. Canta sobre Arcady, un lugar maravilloso, donde los sueños se hacen realidad. See how twisted it all becomes, me dice en el coro, y me acuerdo de cualquier cuadro de Hopper en donde el sueño americano esconde pesadillas. Sigue Last of the english roses, el punteo suave continua, la voz de Pete sigue siendo un murmullo. 1939 Returning, el grito de batalla. Suave, sólo está con la guitarra y cuando canta parece el hijo bastardo de Bob Dylan. No es una atmósfera de calma, no hay que confundir lo acústico con lo apacible. Las canciones se envuelven, se enredan en una atmósfera oscura (tal vez oscura no es la palabra precisa, si fuera un color, la atmósfera sería rojo carmín, si fuera una textura sería terciopelo envejecido) un sopor que se le pega a uno, un sopor que es llevado al extremo con A little death around the eyes, y cuando Pete canta I smell the blood of an englishman, sabemos que la atmósfera lo ha inundado todo, desde el bajo que suena lento al fondo hasta la guitarra que se desliza detrás de su voz. I am the rain me acuerda a House of the rising sun, (ahora es como el hijo bastardo de The Animals), puede ser un blues, una canción de carretera, una tormenta de arena. De pronto sólo es la lluvia: I am the rain, who's held in disdain The truth is I'm ruthless, I can't be contained. Y llega Sweet By and By, con su piano y su saxofón y su melodía pa para pa para, alguien en algún lugar podría estar tocando esta canción en un bar. Alguien dentro de una nube de humo, tomando whiskey con el pa para pa pa. Luego, de repente, aparece otra vez el blues y llega Palace of bone y la voz de Pete deja de susurrar en momentos, y grita (pero no como lo hacía en The Libertines) es un grito mesurado pero maravilloso. Y también está Sheepsking Tearaway, la mejor de las mejores, la más suave, la más sentida, la íntima, la que nos habla de un corazón de heroína, la que podría ser una canción de amor cantada a dos voces, la que podría ser cantada por Anthony and the Jhonsons, la más hermosa. Y Broken Love Song, la que mi amigo Juan no se ha podido sacar de la cabeza, la que habla de la soledad, la que habla de los Beatles y de los pájaros, la que se emparenta con el grunge, la que está rota. Y vuelven los susurros con Lady, don’t fall backwards, y yo quiero gritar, no me quiero caer, quiero cantarle al oído (no a Pete, sino a él): If we make love in the morning
I see your eyes look like two marbles in your head, pero no tengo una guitarra, ni un piano, ni la voz de Pete, no puedo susurrar. Sólo puedo escuchar. Sólo puedo consumirme en el sopor y agradecerle a Pete por ser tan dulce (extraño, nunca lo hubiera creído) y por hacer hermosas canciones de amor en las que uno solo quiere dejarse caer. New love grows on trees, termina. Más métalica, más de estaño. No es dulce, es plateada y Pete grita y pide que lo maten.

Un amigo me dijo que los ingleses encontraban en la música el mejor vehículo para expresar lo que tienen dentro. Eso es Grace/Wastelands, la expresión de lo íntimo llevada a la música de la manera más sincera y más sencilla. Desgarra algo, cambia algo y se convierte en el disco más hermoso que he escuchado en lo que va del año.

lunes, 23 de marzo de 2009

Sobre la melancolía

(Ahora estas reseñas se encuentran también en http://cortesiadelacasa.com/ un lugar maravilloso lleno de música y de blogs)




Morrissey es poderoso. No sólo por su voz potente, de autoparlante, o por el torrente gigante y melodioso en el que nos embarca con sus canciones. Cada cosa que ha hecho desde The Smiths hasta su último disco Years of refusal está lleno de voltaje, de electricidad, de voz saliendo desde el fondo de los pulmones, luchando por encontrar la salida en el pecho y finalmente reventando en los oídos de cualquiera que lo quiera escuchar.
En Years of refusal encontramos canciones melancólicas, de desamor, de alguien triste que no encuentra a su amada y que quiere abrazar a París para ver si así encuentra alguien que lo abrace de vuelta, o de alguien que habla con Carol quien le dice que nunca lo quiso realmente y que siempre fingió sonrisas, o de alguien que al final sólo puede decir con algo de resignación: Im OK by myself.
Lo que pasa con Morrissey, creo yo, es que su voz es tan increíble que arrastra las letras de tristeza y las convierte en algo tan poderoso como un río, o mejor, como un accidente de carro (como para hacer el guiño a There’s a light that never goes out) . No es melancolía a medias. Es melancolía poderosa, de esas de sacarse el corazón del pecho y llenarse de sangre y pintarse la cara y llorar y hacer pataleta y romper vidrios con palos de hockey y luego, de manera resignada, tomar aire, dar media vuelta y pensar que no es tan grave.

Sobre el río

(Publicado en semana.com después de un largo día charlando con Clemencia, con María Belén, contemplando Treno, como si estuviera en la mitad del Cauca)

En una sala se proyecta un video en el cual se ve la matanza de un cerdo que será el plato principal de una reunión familiar. En otra se proyectan los corredores del panóptico del Museo Nacional y se escuchan las voces de unos presos que, de manera fragmentada, cuentan sus historias familiares. Más adelante un video muestra una desesperada mano dibujando una casa, primero sobre el papel y luego sobre el lodo. En la sala principal se encuentra el río. Seis pantallas gigantes proyectan de lado a lado el movimiento de la corriente del río Cauca.

Las cuatro muestras de video hacen parte de la exposición Actos de habla de la artista Clemencia Echeverri, que se inauguró el 10 de marzo en el Museo de Arte de la Universidad Nacional y que estará abierta al público hasta el 8 de mayo. Para María Belén Sáez, la curadora de la muestra, estas obras se preguntan sobre cómo el lenguaje transforma las experiencias individuales y se convierte en una herramienta para comprenderlas. Es así como en la exposición se escuchan gritos, voces y murmullos que señalan la impotencia que siente la artista frente a la violencia que produce el conflicto en Colombia.Echeverri, quien cambió la escultura y la pintura por el video y el sonido, dice que estos lenguajes le permiten documentar experiencias directas. Una de estas experiencias fue la visita a las cárceles de Pentonville, en Inglaterra, y el Buen Pastor, en Bogotá, donde pudo entrevistarse con presos que le contaron las historias con las cuales hizo Voz/net, obra que se mostró por primera vez en el Museo Nacional de Colombia en 2006. Para la artista, "la experiencia marca. Puede ser una marca desde lo desagradable o lo agradable. Yo creo que estamos escindidos, fragmentados por muchas experiencias que son ejes que denotan y que mencionan lo que somos. Es ahí cuando el arte elabora lo que ha quedado por decir y los vacíos que posiblemente un ser humano tiene".

Una de las constantes de su obra es hablar desde la experiencia del conflicto. Para Echeverri la guerra ha silenciado y opacado elementos de la realidad colombiana, frente a los que nadie se sienta a reflexionar. Treno, su pieza más reconocida, que hace parte de la colección Daros en Suiza, busca ampliar la imagen y el sonido del río Cauca, lugar con la doble connotación de vida y muerte al haber sido un medio de comunicación fluvial importante para el país que ahora es el lugar en donde se arrojan los cadáveres de la violencia. Para Echeverri: "El río en 'Treno' es como la metáfora de dos orillas. Estamos en un lugar y nos es muy difícil llegar al otro. En este país me he sentido en muchos momentos en lugares de impotencia y de no respuesta. En esta obra puedo mediar el poder que tiene el río en su caudal y extrapolarlo para que enuncie lo que está sucediendo dentro de nuestra historia política".

Es la voluntad de enunciar, reclamar y señalar lo que pasa inadvertido, la que se pone de manifiesto en estos Actos de habla: "El artista le pone un freno a lo vertiginoso, a lo que se descarta como noticia, a lo que aparentemente está sucediendo. El arte reúne memoria, reconstruye el presente y puede llegar a anticipar, si es capaz, si su lenguaje es lo suficientemente poderoso". En el caso de Echeverri, es su voz que desde el dolor quiere transformar su experiencia en arte. Señalar a otras voces y ponerlas en altavoz para que el río no se las lleve corriente abajo.

domingo, 15 de marzo de 2009

Sobre el nuevo disco de Lily Allen, Its not me its you





No eres tú Lily, soy yo. No he podido cogerle del todo el flow a tu nuevo disco. Creo que uno de los problemas es que llego a la tercera canción Not Fair y la relaciono con una canción de Fany Lu. Lily, perdóname, sé que no era tu intención pero si debo ser sincera, esa canción me hincha un poco las pelotas. Ahora, sé que no eres tú, soy yo, la que extraña a Mark Ronson produciéndote. Extraño el sonido vintage del swing, extraño las trompeticas funky. Sé que en esta ocasión te produjo el maravilloso Greg Kurstin, de The bird and the bee, y que eso le da un toquesito de pop melancólico, pero ¿no te parece que a The Fear le falta un poquito de perrenque? No eres tú, soy yo que no he madurado y que te escucho buscando canciones sobre tipos que son malos polvos (de pronto por eso me gustó que metieras Fuck You entre los temas) o canciones pop diferentes, raritas y hasta de despecho como Never Gonna Happen. Lily querida, sólo te quería decir que no me gustó mucho tu nuevo disco. Pero de nuevo no es tú culpa, era yo la que esperaba que siguieras con la misma fórmula del Alright, still que tanto me gustó o que, de golpe, sólo te dedicaras a hacer covers como los que has hecho de Keane, de Blondie y de Britney. No pienses que has perdido una fan. Siempre seré adicta a escuchar tu versión de Womanizer. (http://www.youtube.com/watch?v=3jOzuLsJIUE)

Sobre los cerezos

http://www.youtube.com/watch?v=5eD5oU1GzqQ



Au Revoir Simone se llena de ruidos chiquiticos, sutiles, casi imperceptibles. Pasos en la nieve, pájaros por la mañana, aleteos de insectos. Su primer disco no podría tener un mejor nombre: Verses of confort, assurance and salvation (2006) es eso, versos maravillosos que susurran sobre la vida, el amor y el let it be. Canciones tranquilas para bonitos fines de semana, (Baby tell me please is this a dream spending the night with you beneath the cherry tres just make a wish and everything comes true). Canciones para cantar suavecito, al oído, debajo de cerezos o en el pasto. Na na na, na na na. Como si la vida se tratara de un comercial de perfumes, lleno de gente caminando descalza por el bosque. Comfort, salvación, descanso. Pequeños sonidos que se tararean. Was it just a breeze, was it a kiss, breathless exquisite chills.

domingo, 22 de febrero de 2009

En tu aniversario

A continuaciòn uno de mis poemas favoritos del mundo:


Tabaquería

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.

Fernando Pessoa.

(Para Jorgito en su cumpleaños, quien me mostrò a Pessoa y quien se dedicò a Pessoar tanto que ahora se encuentra visitando a esa tabaquerìa del otro lado de la calle. Apuesto que odiaras la traducciòn love, o que encontraràs problemas con ella pero igual...es un pequeño y humilde homenaje)

domingo, 8 de febrero de 2009

Musica para confundidos






Curioseando IMBD me encontré que Wes Anderson tomó de Peter and the wolf, la idea de que cada personaje en su película The Royal Tenenbaums tuviera un instrumento característico cada vez que salía en escena. Pues el señor Anderson logró ese efecto conmigo pues ahora no puedo disociar las canciones de la banda sonora con las escenas y los personajes de la pelicula. Imposible no pensar en Royal y sus nietos colgando del carro de basura mientras suena Paul Simon, imposible no asociar el intento de suicido de Richie Tenembaum con Needle in the hay de Elliot Smith (y no pensar en su suicidio tambien), imposible no pensar en Richie y Margot en la tienda de acampar escuchando Rolling Stones...imposible no escuchar las canciones de Nico una y otra vez. Tal vez son ideas mias,pero me parece que las letras de las dos canciones de Nico son un poco Margot Tenembaum. Como deprimidas y confundidas y calladas. Por otro lado, puede que las canciones de Nico sean como la Biblia o el tarot, y estan llenas de generalidades y uno sienta que Nico lo canta...puede que si mi vida fuera una pelìcula dirigida por Wes Anderson cada vez que yo saldrìa sonarìa Nico en el fondo (y no digo que juege a ser Margot Tenembaum ni que me sienta como ella porque aparte de excedernos con el maquillaje negro en los ojos no tenemos nada mas en comùn...ella es màs depresiva, yo soy màs callada)
No sè, tal vez sean solo ideas mias pero ¿no resultan muy bonitas las letras de Nico?

No resulta muy bonito esto:

"And if I seem to be afraid To live the life that I have made in song"

o esto:

"Please don't confront me with my failures,I had not forgotten them."

o esto:

"And maybe finally split the rhyme And do I really understand the undernetting ?"

o esto:

"Now that I can Now that it's easy, ever easy all around.Now that I'm here Now that I'm falling to the sunlights and a song"


no se...a mi me resulta muy bonito...lucido...la voz de los confusos...que bonito escribe Nico...


(Me acorde de los Tenembaum porque los vi en cinemax y siempre quise mostrarle la pelìcula a Dario y se fue y nunca se la di y cumpliò años y ya es toda una señorita feliz cumpleaños cocosita crocantica!)

martes, 3 de febrero de 2009

Una vez tuve una chica, o deberia decir, ella me tuvo a mi...(revistando Tokio Blues)






(Me dio el blues por Tokio Blues hablando con Catalina,http://www.eltiempo.com/participacion/blogs/default/un_blog.php?id_blog=3963399 quien comenzò a leerlo en su convalecencia)


1.

Recuerdo es la tenebrosa imagen de Naoko, colgada en el bosque. En mi cabeza el bosque estaba a oscuras. Era un bosque de bambus gigantescos y Naoko colgaba con un kimono rojo que se descolgaba. Estaba trepada en el árbol más grande.


2.

Al principio yo jugaba a ser Watanabe y tenìa mucho sentido porque él estudiaba literatura como yo, era tímido como yo, tenía problemas amorosos como yo, y tenía un amor imposible, como yo. Después jugué a ser Midori porque tenía un corte de pelo raro y se emborrachaba a horas no adecuadas y hacía reir a Watanabe. Cuando comencé a jugar a ser Midori, jugaba a que usted era Watanabe. Pensaba que era usted, no yo, él que tenía problemas emocionales y que si yo era Midori y usted era Watanabe, entonces, eventualmente, usted terminaría pensando en mi, como Watanabe pensaba en ella. Después jugue a que ella era Naoko y que por eso usted no me quería, porque tenía a una Naoko atravesada en la cabeza. Seguí jugando a ser la paciente Midori, segui jugando a ser la ingenua yo, y esa combinación de Midori-glo se convirtió en una máquina amorosa que lo llevaba a sitios raros (como el cafè ese en La Soledad o la tienducha en la que sonaba regguetón de Chapinero...se acuerda?) y que le daba regalos (como las boletas de teatro y las películas y la mùsica) y que procuraba su bienestar comprandole postres ricos y escribiendole cuentos de nuestros encuentros. Resultó al final que usted no era Watanabe, que la mujer fantasma no era Naoko y que yo no era tan encantadora como Midori (mucho menos tan paciente). Usted no pensaba en mi. La ùnica que tenìa atravesada a Naoko era yo.


3.

Midori me enseñó en un 50 % a ser responsable. (El otro 50% se lo debo a Nathan, que cuando trabajabamos juntos decìa que tocaba hacer lo que tocaba hacer). Midori odiaba a su colegio y llegaba temprano, tenìa el record de puntualidad. No quería que algo que detestaba tanto la venciera. Cuando le dieron como premio un diccionario de francès, entrò a la universidad y tomò clases de alemàn porque no quería deberle nada a nadie. (o tal vez era al revés, alemán vs. francés...no recuerdo). Todo lo que me da pereza, todo lo que me causa antipatía, todo lo que me harta lo tomo bajo la "Ley Midori". No voy a dejar que nada que detesto me venza. No voy a dejar que nada que detesto me venza. No voy a dejar que nada que detesto me venza.


4.

He leído Tokio Blues dos veces. La primera vez el libro era de Dani. La segunda vez compré el libro y lo regalé.


5.

En el momento en el que terminé de leer el libro me sentí un vacío profundo. Cerré el libro y comencé a llorar desesperadamente. Era la primera vez que lloraba en dos años. Es el primer libro que me ha hecho llorar.


6.

Catalina y yo pensamos que Tokio Blues es adolescente. Creemos que Sputnik, mi amor es una novela más adulto veinteañero.


7.

I once had a girl, or should I say, she once had me...She showed me her room, isn't it good, norwegian wood? She asked me to stay and she told me to sit anywhere, So I looked around and I noticed there wasn't a chair. I sat on a rug, biting my time, drinking her wine, We talked until two and then she said, "It's time for bed"She told me she worked in the morning and started to laugh.I told her I didn't and crawled off to sleep in the bath. And when I awoke, I was alone, this bird had flown. So I lit a fire, isn't it good, norwegian wood.


(A veces me gustaría que volviesemos a morder el tiempo y a hablar hasta las dos.)

miércoles, 7 de enero de 2009

sobre libros que he regalado

1.
A R. le regalé casi toda mi biblioteca adolescente. Desde La nausea, porque yo pensaba que tanto él como Roquetin, y como las bestias salvajes, encontraban verdadero sosiego y calma con la música, hasta el primer volumen de los cuentos de Cortázar, aunque más bien fue un préstamo sin carácter devolutivo. A él le regalé Rayuela comentada. La idea era que yo leía la novela y en cada página ponía una nota, un recuerdo, cualquier cosa cursi, para que cuando él la leyera sintiera que yo lo estaba acompañando en su lectura. Por supuesto, R. nunca leyó mi Rayuela comentada.

2.
A C. le regalé Tokio Blues(Norwegian Wood). En una de nuestras conversaciones él me contó que le gustaba mucho los Beatles, porque tenía buenos recuerdos ambientados por su música. Claramente, esa cofnesión hizo crecer el imaginario que tenía sobre él y lo imaginaba escuchando a Los Beatles y teniendo conversaciones vagabundas con extraños, tan vagabundas como las que solíamos tener él y yo. El día que terminé de leer Tokio Blues me puse a llorar. Me sentía infinitamente desgraciada. Me sentía como esos japoneses suicidas y tarados sobre los que escribe Murakami. El día que le dí el libro, jugamos a leer pasajes cualquiera. Me acuerdo que yo le leí a C. algo sobre las luciérnagas. El dijo que el libro era como una luciérnaga. Luego mi historia con C. se volvió terriblemente enfermiza, pues yo seguía, de manera obstinada, confundiendo al C. de mi cabeza con el C. de la realidad, y nunca supe cual era más vagabundo y cual me hacía más daño. El único día que fui a la casa de C. le pregunté por el libro y lo sacó de algún lugar recóndito. El libro estaba escondido, me imagino, para que su novia no se diera que cuenta que había otra tarada que le regalaba libros de japoneses suicidas.

3.
El primer día que sentí que algo estaba muy mal en mi relación con A. le armé un escándalo. Al otro día le regalé Rayuela. Es el único libro que me arrepiento de haber regalado.

4.
Estoy pensando regalar ¡Qué viva la música! Tal vez es porque acabo de llegar de Cali y mi abuela vive arriba del Dary frost y mi papá y mi tio me llenaron de historias caicedianas como el mayordomo tatareto de la finca, que no podía hablar bien porque se le había aparecido el diablo según él decía o como la fiesta a la que fueron a la casa de La Mona, que se tuvo que acabar antes de lo previsto porque bajó la mamá de la dueña de la casa a decirles "muchachos se murió La Mona" y todos subieron a ver que había pasado y allí estaba La Mona colgando del techo. Salsa, droga y rockanrol. Buena combinación. Bonita manera de mostrarle a alguien que no conoce Cali, como es la ciudad que huele a caña, tabaco y brea. Ahora vamos a ver si tengo el valor de regalar el libro.